Siento decir todo esto en agosto, mes de olvido y chiringuito.¡Ya está bien de que nos tomen el pelo! Miren, a riesgo de ser llamado alarmista, catastrofista, es decir, realista, entre la deuda, el paro, y el gasto del paro, esto no hay quien lo arregle. Ni con Pacto de Estado ni sin él. Gobierne quien gobierne. Es imposible pagar un billón de euros de deuda. Es imposible pagar incluso los intereses, ante la indecencia política perpetrada por Zapatero de permitir tal deuda, la indecencia política de Rajoy de tomar medidas puramente capitalistas, pese a la indecencia de los dos del cambio constitucional pactado entre ellos por el que la deuda tendrá preferencia absoluta sobre cualquier otra, ya sean pensiones, nóminas o gastos de todo tipo.
Lo que resulta increíble es que nos hayan prestado tan brutal cantidad; solo la avaricia insaciable lo explica. ¡Y encima tienen que seguir prestándonos si no quieren que el enfermo perezca, que perecerá!
El paro es inasumible, y no tanto por el ya existente, sino por el que inevitablemente vendrá ante la política asesina de recortes y vana austeridad, y los despidos masivos que está acarreando y acarreará sin duda alguna si no se es necio completo.
Y el gasto social ineludible que el paro originará supera todo presupuesto posible para que los españoles no pasen a ser cadáveres, aunque buena gana de ello tendrían muchos administradores de lo político y lo económico.
Son tres supuestos-realidad tan seguros como la muerte o como que Dios no existe.
Pero es que además ello ocurre en un país en el que apenas se produce nada interesante para la economía mundial, con el corolario de que no se alumbran nuevas formas de producción.
La catástrofe está servida, aunque la disfracen de lenta agonía, y digan lo que digan Rajoy, Monti y Draghi pretendiendo insuflar ánimos. Señor Rajoy, su palabra vale ya tanto como la de Zapatero, es decir, nada. ¿Podría responder usted cómo va a pagar la deuda, cómo va a paliar el paro, sin hablar de proyectos muy lejanos, y cómo va a remediar ese gasto?
Confiemos en que el corralito no llegue de momento. Para que se enteren: el corralito significa que un euro pasaría a ser una peseta. Echen cuentas. Quien cobre mil euros pasaría a cobrar mil pesetas, pero el índice de precios y coste de la vida sería el del euro. Telefoneen a Argentina, que al cabo de 11 años empieza a sacar la cabeza. Y por supuesto que salirse del euro equivale al corralito.
La otra posibilidad espantosa sería, no se rían, la desmembración de España, que, tal como están las cosas con las disputas económicas, no es tan impensable, e incluso por muchos deseable. Desintegrada España, y por tanto desparecida, que reclamen al maestro armero. Es lo que merecerían los siniestros prestamistas, diecisiete corralitos y que cada cual se apañe como pueda. Recuerden que estamos en tiempos de Apocalipsis.
Afortunada y desafortunadamente, lo que ocurrirá será que nos intervendrán o rescatarán. Pasaremos a ser esclavos eternos de esa gran aventura que fue Europa. Nos humillarán y maltratarán y daremos nuestro sudor para ellos, los amos. Como siempre, pero a gran escala. Seremos españoles de tupper y limosna. Por tanto, no nos engañen más, no digan más mentiras en las ruedas de prensa. Nos han dado ustedes el timo de las estampitas del euro, el tocomocho de la deuda, la irresponsabilidad y la fatuidad. Por lo menos sean decentes, y, ya que no se van, cuéntenlo. Serían un poco menos villanos.
Lo que resulta increíble es que nos hayan prestado tan brutal cantidad; solo la avaricia insaciable lo explica. ¡Y encima tienen que seguir prestándonos si no quieren que el enfermo perezca, que perecerá!
El paro es inasumible, y no tanto por el ya existente, sino por el que inevitablemente vendrá ante la política asesina de recortes y vana austeridad, y los despidos masivos que está acarreando y acarreará sin duda alguna si no se es necio completo.
Y el gasto social ineludible que el paro originará supera todo presupuesto posible para que los españoles no pasen a ser cadáveres, aunque buena gana de ello tendrían muchos administradores de lo político y lo económico.
Son tres supuestos-realidad tan seguros como la muerte o como que Dios no existe.
Pero es que además ello ocurre en un país en el que apenas se produce nada interesante para la economía mundial, con el corolario de que no se alumbran nuevas formas de producción.
La catástrofe está servida, aunque la disfracen de lenta agonía, y digan lo que digan Rajoy, Monti y Draghi pretendiendo insuflar ánimos. Señor Rajoy, su palabra vale ya tanto como la de Zapatero, es decir, nada. ¿Podría responder usted cómo va a pagar la deuda, cómo va a paliar el paro, sin hablar de proyectos muy lejanos, y cómo va a remediar ese gasto?
Confiemos en que el corralito no llegue de momento. Para que se enteren: el corralito significa que un euro pasaría a ser una peseta. Echen cuentas. Quien cobre mil euros pasaría a cobrar mil pesetas, pero el índice de precios y coste de la vida sería el del euro. Telefoneen a Argentina, que al cabo de 11 años empieza a sacar la cabeza. Y por supuesto que salirse del euro equivale al corralito.
La otra posibilidad espantosa sería, no se rían, la desmembración de España, que, tal como están las cosas con las disputas económicas, no es tan impensable, e incluso por muchos deseable. Desintegrada España, y por tanto desparecida, que reclamen al maestro armero. Es lo que merecerían los siniestros prestamistas, diecisiete corralitos y que cada cual se apañe como pueda. Recuerden que estamos en tiempos de Apocalipsis.
Afortunada y desafortunadamente, lo que ocurrirá será que nos intervendrán o rescatarán. Pasaremos a ser esclavos eternos de esa gran aventura que fue Europa. Nos humillarán y maltratarán y daremos nuestro sudor para ellos, los amos. Como siempre, pero a gran escala. Seremos españoles de tupper y limosna. Por tanto, no nos engañen más, no digan más mentiras en las ruedas de prensa. Nos han dado ustedes el timo de las estampitas del euro, el tocomocho de la deuda, la irresponsabilidad y la fatuidad. Por lo menos sean decentes, y, ya que no se van, cuéntenlo. Serían un poco menos villanos.
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