La destrucción del Estado de bienestar conducirá a la
entronización de un Estado de malestar de siniestros perfiles
Lo que estamos viviendo en el contexto de
la crisis, en España y en el mundo, es la transición del Estado de bienestar al
Estado de malestar. En la convención republicana de Estados Unidos, que tuvo
lugar en Tampa esta semana, se aclamó un programa calcado del presupuesto que
presento en el Congreso Paul Ryan, el líder más carismático de la derecha.
Recortes presupuestarios a tope en las prestaciones sociales, reducción masiva
de impuestos a los más adinerados y a las grandes empresas y mantenimiento de impuestos
a los sectores medios y bajos. Así se supone que se reduce el déficit
presupuestario (sobre todo por los recortes) y se estimula la inversión (porque
se espera que los ricos inviertan con el dinero disponible en contra de la
evidencia empírica de los últimos 20 años). Pero, ¿que más da? Ya se encuentran
siempre economistas a sueldo para hacer una gráfica que justifique cualquier
cosa. Se trata de quien tiene el poder de hacerlo. Los republicanos controlan
la Cámara de Representantes, gracias a la ingenuidad de Obama. Y si Romney y
Ryan llegan a la Casa Blanca, será el llorar y el crujir de dientes para la
castigada sociedad estadounidense, con el apoyo de la mayoría de hombres
blancos que son tan racistas como antigobierno por ideología. Lo mas espectacular
es el proyecto de liquidación gradual de Medicare, el programa de salud pública
de Estados Unidos destinado a los mayores. Puede imaginarse una política mas
descarnadamente antisocial que retirar la cobertura de sanidad a los
desprotegidos en su jubilación? Era impensable hace un tiempo, pero en tiempos
de crisis todo es posible. Incluso el que una crisis financiera generada por
los financieros desemboque en salvar a las instituciones financieras y
recompensar a sus ejecutivos en salarios e impuestos para, en cambio, penalizar
a los mas necesitados quitando elementos esenciales de su protección social.
Pero esto no es, como sabemos, sólo una
cuestión de política estadounidense. La estrategia de Merkel y demás dirigentes
europeos, con Rajoy jaleando para que salven al país, y a él de paso, no es
diferente. Se trata de aprovechar el miedo de los ciudadanos para llegar al
poder, hacer creer que hay que elegir entre austeridad y caos, y liquidar, con
el apoyo de un empresariado de cortas miras, lo que era la clave de la sociedad
europea: el Estado de bienestar
Es ahora o nunca. Hay que dejar de pagar a
los parados porque en el fondo son jóvenes vagos sin respeto a la autoridad. A
los pacientes porque consumen excesivos fármacos (y ¿cómo si no prosperarían las
empresas farmacéuticas?). A los profesores que no se resignan a ser gestores de
almacenamiento de niños en lugar de educadores. E incluso a estos funcionarios
públicos exaltados como héroes de la sociedad, bomberos, policías y demás
agentes de seguridad, malpagados, maltratados y obligados a veces a pegar a
quienes con ellos se solidarizan.
Se argumenta que en tiempo de crisis no da
para estos lujos. Olvidando que sólo se sale de la crisis con productividad y
competitividad, lo cual requiere educación, investigación, servicios públicos
eficientes. Las cuentas de la vieja de Rajoy no sirven para una economía
moderna. El problema no es gastar más de lo que se ingresa sino gastarlo mal en
lugar de invertirlo en recursos humanos y de emprendeduría que puedan acrecentar
la economía real y generar más riqueza. Una estupidez recorre Europa: la idea
de que el Estado del bienestar es excesivamente caro y además insostenible
porque el envejecimiento de la población conlleva menos activos y muchos más
dependientes y, además, más caros estos últimos porque no tienen la decencia de
morirse cuanto toca. En el fondo se trata del triunfo de una mentalidad en que
la vida es para producir y consumir y cuando ya no da más hay que eliminar el
desecho o reducirles las prestaciones en consonancia con su irrelevancia. Pues,
¿saben qué? En términos estrictamente técnicos, no es así. El Estado de
bienestar es la base de la productividad, además de la solidaridad social. En
el libro que publique hace unos años con Pekka Himanen sobre el modelo
finlandés mostramos cómo la productividad y competitividad de Finlandia, entre
las más altas de Europa y superiores a la teutona, estaban basadas en la
calidad del capital humano, de la educación, de las universidades, de la
investigación. Y también de la salud publica (sin corpore sano no hay mens
sana). De modo que hay un circulo virtuoso: el Estado del bienestar genera
capital humano de calidad que genera productividad que permite financiar sobre
bases no inflacionistas el Eestado del bienestar. Si se desconectan, se hunden
los dos. Porque el tan cacareado desfase entre activos y pasivos olvida que en
esa ratio entre el numerador de pasivos y el denominador de activos lo
importante no es el número en sí sino cuánta productividad generan los activos
para pagar por el costo de sostener a los pasivos. Si además las prestaciones
sociales se realizan con un Estado de bienestar dinámico y apoyado en
tecnologías de información, se abaratan costos. De modo que es sostenible a
condición de generar productividad en la economía y disminuir ineficiencia (que
no empleo) en el Estado mediante una modernización organizativa y tecnológica
del sector público.
Pero hay algo aún más importante. El
Estado de bienestar no fue un regalo de gobiernos o empresas. Resultó en el
periodo 1930-1970 (según países) de potentes luchas sociales que consiguieron
renegociar las condiciones del reparto de la riqueza. Y como resultado se
estableció una paz social que permitió centrarse en producir, consumir, vivir y
convivir.
Hoy día se están cuestionando las bases de
esta convivencia. Mal cálculo para sus promotores. Porque la destrucción
deliberada del Estado de bienestar conducirá a la entronización de un Estado de
malestar de siniestros perfiles. Pero esto no acaba así. Nuevos movimientos se
están gestando, uniendo indignados y sindicatos. Y de ahí puede surgir un nuevo
Estado y un nuevo bienestar.
Fuente: Lavanguardia.com
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