Esto ocurre en ¿un Estado un de Derecho? garantista y melindroso.
Sigamos por este camino y nos convertiremos en Venezuela.Y los políticos a lo suyo, mientras tengan la fuerza de los votos. De asco, y en el ínterin Eduardo La juez, el fiscal y el Gorrinín.
Parece el título de una película italiana de los años 50, de las de Dino Risi o Vittorio de Sica; pero a diferencia de aquéllas, ésta no tiene puñetera gracia.
O
sí, según se mire.
Para
reírte un rato, con desesperación, de este país de payasos.
En
cualquier caso, situémonos:
Galapagar,
sierra de Madrid, hace un par de semanas.
Protagonista
involuntario, un picoleto que en coche oficial verde y blanco, con
pirulo y rótulo de Picolandia, transporta a su domicilio a una mujer
maltratada. Después se acerca a un estanco a comprar tabaco.
A
los veinte pasos oye un ruido a su espalda, se vuelve y ve a dos
pavos que han roto un cristal del coche y están desvalijándolo por
la cara. Echa a correr hacia ellos, y los artistas se abren a toda
leche llevándose el gepeese del coche y la cartera del agente con su
deneí, su carnet de cigüeño, sus tarjetas de crédito y su permiso
de conducir, que tenía en la guantera.
El
guardia llama por radio a los colegas, Galapagar es un pueblo
pequeño, y un par de picos se ponen a buscar a los malos. Empieza la
caza del hombre.
Ahora vamos con los malandros.
Ahora vamos con los malandros.
Un
español y un moro.
El
español, conocido en el pueblo como delincuente habitual de toda la
vida, tiene 35 tacos, y para que se hagan ustedes idea de la calaña
del hijoputa, responde al elegante apodo de Gorrinín: treinta
detenciones entre 1997 y 2001, seis durante 2010 y ocho desde enero
de este año, fecha de su última salida del talego. O sea, 44
coloquetas en cinco años y sigue en la calle. Entra por una puerta y
sale por otra.
Para
entendernos: una típica criatura maltratada por la injusta sociedad
moderna.
El
consorte también es criatura maltratada típica: se llama Jalil, y
según me cuenta un amiguete de confianza que tengo próximo al
juzgado local, «no es muy listo, así que mayormente el otro lo
lleva para que se coma los marrones, porque como es moro lo sueltan
en seguida».
El
caso es que los dos colegas, tras desparramar el coche y largarse con
el botín, están echándole un vistazo a la cartera del picoleto
cuando antes de tres minutos de reloj les caen encima los colegas del
damnificado.
Alto
a la Guardia Civil y todo eso.
Fin
del segundo acto.
Cacheo de rigor.
Contra
la pared, brazos y piernas separadas. Y cuando están en ello, y uno
de los guardias va a registrar al Gorrinín, éste se revuelve de
pronto, saca una navaja y le pega al representante de la injusta
sociedad que lo maltrata una mojada que, de no apartarse a tiempo el
picolino, lo pone mirando a Triana. Pero sólo le alcanza un tajo en
el brazo izquierdo -que necesitará seis puntos de sutura en el
centro de salud del pueblo. Los dos se agarran y caen al suelo, el
Gorrinín pegando navajazos y el cigüeño ensangrentado, procurando
no llevárselos él. Al final vence la ley y el orden, como se veía
venir, y al Gorrinín y al Jalil se los llevan esposados al
cuartelillo. Diligencias, etc. Al rato, él y el consorte están en
el vecino juzgado de Collado Villalba. Y allí empieza el cuarto acto
del sainete, que es mi favorito.
El fiscal debe de estar muy ocupado, porque no aparece por ninguna parte. Y como no hay fiscal que fiscalice, la juez de guardia, conforme a lo previsto en el artículo 505.4 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, ordena la inmediata puesta en libertad del Gorrinín y su colega.
El fiscal debe de estar muy ocupado, porque no aparece por ninguna parte. Y como no hay fiscal que fiscalice, la juez de guardia, conforme a lo previsto en el artículo 505.4 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, ordena la inmediata puesta en libertad del Gorrinín y su colega.
Sin
fianza. Eso sí, con la seria advertencia -a uno que lleva ocho
detenciones por robo y lesiones en lo que va de año- de que se
presente cada quince días en el juzgado. So pena, si incumple, de
afearle seriamente la conducta.
Así
que al Gorrinín le quitan las esposas y le señalan la salida:
puerta, camino y El Viti. Y el ciudadano, con la contrición y
pesadumbre que son de suponer, se dirige hacia ella; no sin antes
detenerse en la puerta, dirigir una pedorreta a los funcionarios del
juzgado y a los guardias que están allí, y anunciar literalmente:
«Soy el amo de Galapagar, y no podéis hacerme nada. Ya veréis. Os
vais a cagar». Y luego, rascarse los huevos, encender un pitillo e
irse a tomar unas cañas.
Ahora
hagan ustedes, porfa, el bonito ejercicio de imaginar que al picolo
del navajazo se le hubiera ocurrido sacar el fusko durante la
pajarraca. Y que en el forcejeo se le hubiera escapado un tiro. O
que, por impulso propio del instinto de supervivencia, se lo hubiera
pegado a propósito al malo entre ceja y ceja, tras el primer
navajazo.
Calculen
los titulares: respuesta desproporcionada, brutalidad picoleta,
fascismo guarro, etcétera. Y los telediarios abriendo con nombre,
apellidos, domicilio y foto de primera comunión del guardia. Que
podía darse por bien jodido, el infeliz. Iban a salirle fiscales
localizables y jueces rigurosos hasta de debajo de las
piedras.
Torres Dulce-en su descargo con las leyes que hay- viendo películas con su amigo José Luis Garci
Reverte como siempre,un artista
Torres Dulce-en su descargo con las leyes que hay- viendo películas con su amigo José Luis Garci
Reverte como siempre,un artista
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